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Mientras miraba la Luna pensé...

Día de terror

Me desperté por la mañana sin saber nada, ¡y qué iba a saber! Si no tenía por qué saberlo, ya que no nos esperábamos nada.
Entré en el colegio y dimos clases. En la segunda hora pasé con una amiga por el despecho del profesor que nos tenía que dar clases esa hora. "Como siempre... no es extraño que tarde como mínimo doce minutos en dar clases", dije.
Cuando llegó al aula, traía consigo una hoja. Varias personas de la clase rodeando al profesor. "¿Qué será esa hoja?" Pensé. Se dispuso a leerla: "Un atentado en la estación Santa Eugenia, en Madrid, a las ocho de la mañana aproximadamente. Se estimula que 30 personas han perdido la vida". Nadie nos lo esperábamos. 30 personas eran pocas. Después ascendían a 100, 150... total, como si fueran muñecos. Eso parecía.

Y ahora pienso...
Personas, la mayoría jóvenes (y aunque fueran mayores, da lo mismo), con toda una vida por delante, que se monten en el vagón y no se les pase por la cabeza que iban a perder su vida en cuestión de minutos. Es verdaderamente triste, trágico.
Personas felices, con una familia, con hijos, con parejas estables, con hermanos, con padres, con madres... qué dolor.
Y la tristeza nos invade cuando somos conscientes de que no podemos hacer nada para evitar tal masacre. Eso es lo verdaderamente triste.
Quería desahogarme escribiendo algo. No sé si he conseguido transmitir toda la tristeza que siento; me temo que no. Será porque jamás habrá palabras para describir los sentimientos habidos y por haber.

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