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Mientras miraba la Luna pensé...

Sonia

Desconozco ese momento en que nuestros cuerpos se separen para siempre y sólo nos dediquemos unas palabras que, tarde o temprano, caerán en el olvido, pero que en nuestro corazón permanecerán. Todas las pasiones vividas, todo el deseo, todos esos besos, esos abrazos, esas risas y sonrisas tímidamente ofrecidas, esas miradas con un toque de misterio y mil cosas más serán recordadas, quedarán en nuestras mentes donde seguro habrá un lugarcito donde retener todos esos recuerdos anteriormente vividos.
Echaré de menos esas largas caminatas que recorremos por toda la ciudad, esas palabras imitando al castellano pero que tan difícilmente lo consiguen, esas partidas de billares tan divertidas, esos paseos por la orilla de la playa en la inmensidad de la noche y bajo la infinidad de estrellas y la luz de la Luna. Un barco que navega levemente por el mar, a lo lejos, y que nos quedamos -en especial ellos- media hora observándolo, como si de un ovni descubierto se tratase, aquella luz del Faro de la Caleta, que se confunde fácilmente con una luz de un barco. Echaré de menos los almuerzos en el Mcdonald a las cuatro y media y las cenas eternas en el mesón acompañada de fotografías imprevistas y risas y miradas y locuras eternas, y secretos por debajo de la mesa, entre él y yo... con nuestras manos suaves. Echaré de menos esas sutiles palabras con tanto sentimiento, esos "Ich liebe dich" que tan profundamente se clavan en mi alma, esos brazos musculosos rodeándome por mi cuerpo de manera que todo frío desaparece y sólo existe calor y ternura, y esa mejilla que se apega a la mía y que muy pronto se ponen coloradas tras un dulce beso... Echaré de menos esos mensajes cada cuatro horas al móvil, en los que sólo preguntamos la hora y el lugar para encontrarnos, y allí estamos nosotras, y allí están ellos. Y también echaré de menos ese lugar apetecible donde nos reuníamos por segunda o tercera vez, donde las palabras dirigidas a la camarera eran sólo para decir: "Uno más", "Otro más...", y así continuamente, hasta que llega la hora de pagar y le parecen un precio normal, y esos ratos infinitos en la calle, hasta las tantas de la tarde, desde las ocho, o desde las cuatro, y de nuevo echaré de menos esas largas jornadas que disfrutamos junto a ellos, frente a ellos, que nos hacen reír, soñar, llorar pero de emoción y de tristeza cuando se marchen a Alemania, y posteiormente a Asia, para comenzar otro período diferente, otra parte de sus vidas... y nosotras siguiendo con la nuestra, sin ellos, pero con su recuerdo eterno.

1 comentario

Raquel -

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